jueves, 21 de marzo de 2013

EL TIEMPO NO SE MUDARÁ


El tiempo nos llama.

Somos amantes del tiempo.
Queriendo recordar el pasado.
Viendo nuestro futuro.
Estando siempre en el presente.
El tiempo juega en nuestro parque.
Un parque oculto en el corazón.
Donde el mundo no nos ve.
Abrazamos los segundos.
Apreciamos los minutos con dulces caricias.
Las llamas van creciendo.
Dejando atrás las cenizas del tiempo.
Renacen como al ave Phoenix.
Permanecen vivas en el mañana.
Las nubes se deslizan en la cima de tu futuro.
El aire nos trae noticias de la vida.
La vida ya pasó por el jardín del tiempo.
Compartieron y lloraron.
Vivieron y se marcharon.
El sol ha nacido y pronto se irá.
La luna es eterna.
La noche y las estrellas han visto al reloj.
El tiempo se ha sentado al ver alrededor.
Las cosas que ve se quedan con él.
Los recuerdos los lleva en un morral.
Arroja a la noche por el camino.
Deja la semilla de lo que no vimos.
Recoge el fruto, bueno o malo.
No es bueno su trabajo.
Llora por lo que no quiere ver.
Quiere llegar a su hogar y ver el álbum de su vida.
Miles de páginas que, completas, no verá.
Deja lágrimas de desgracia al ver todo después.
Corre solo, sin compañeros.
Espera, solitario, los momentos que conoce.
Observa lo que el viento no se llevó.
Los ojos tienen ganas de no abrirse más.
Lamenta ser el tiempo.
Detesta ver lo que debe hacer.
Permanece aguardando el momento de partir.
Quiere jugar en su parque oculto.
Quiere jugar en tu corazón.
Anhela estar en un lugar donde las olas no ataquen.
Allí, en tu corazón, el tiempo no se mudará.
Abrázalo, ámalo, dale lo que quiere.
Consuela sus dolores.
El tiempo no quiere despertarse para ver lo que vemos.
No es bueno ser el tiempo si se desea ser otro tiempo.

miércoles, 25 de abril de 2012

Y CORRO


Llueve fuertemente mientras espero afuera, en el medio de la soledad y el tormento, en esa tarde gris que pronto sería una noche inundada de oscuridad.
Mojándome poco a poco veo a cualquier lugar. Mi mirada está puesta en algo que no veo, ni siento, ni creo.
Las gotas caen por mi cara y se confunden con mis lágrimas dolorosas mientras la luz del sol por fin se oculta. No hay luz acá fuera; sólo el ruido molesto de este diluvio.
Mi cuerpo está frío, tan frío como la muerte. Mi corazón se escucha fuerte sin necesidad de latir.
Mis ojos están puestos ahora en mis pies húmedos y en los surcos que forman las gotas de agua que caen del cielo y de mis ojos. Cierro mis ojos y se tapan mis oídos para escuchar internamente las últimas palabras buenas que salieron para mí de sus labios; eso que escuché y que repito constantemente, sucedió hace mucho y jamás volverán a escucharse ya que ahora el cielo se volvió infierno.
Escucho a lo lejos la burla de esa persona que algún momento atrás fue lo mejor que mi corazón pudo amar, la mejor persona que existió.
Una risa que hace que la lluvia no se comprare en nada con las lágrimas que saco del pozo inextinguible de mis ojos.
Disfrutando de olvidarme y de odiarme mientras está con otras personas cuando yo estoy sufriendo en una lluvia que pareciera que nunca acabará.
El aire, la lluvia y todo a mí alrededor está colaborando para que mi vida se destruya por una persona.
De repente, por impulso, me arrodillo; mis brazos quedan colgando como brazos de títere abandonado mientras me inclino hacia delante. Mi rostro choca contra el suelo y el agua fría de la lluvia enemiga.
Aguardo en un pequeño mar de agua esperando un consuelo o morir sin esperar sus palabras.
Me levanto poco a poco mientras el agua se vuelve roja por la sangre que mana de las cuencas profundas de mi nariz.
De pie, abro mis ojos y siento el dolor causado por la caída en mi nariz que aún no se compara en nada con el dolor más profundo e imperdonable que está en mi alma, no se compara en nada con la muerte interna de mi corazón.
Y corro.
Corro lentamente mientras mis piernas toman fuerzas y acelero más y más. El agua se esparce a cada paso que doy, como gotas inmensas en el suelo.
Corro y corro, sin notar cansancio alguno, en medio de esta lluvia enemiga, del bullicio burlón de esa persona y del tiempo que atenta contra mi persona.
Corro y no me alejo de ese bullicio malsano, dañino. Hago el intento de alejarme pero me es imposible.
Mi cuerpo adolorido se mueve pero el dolor me persigue y está en todos lados.
Me detengo a abro mis ojos. Veo que el camino culmina y falta poco para que mi delirio acabe. Corro y salto: es el último salto.
No hay adónde ir. Sólo caigo hasta sentir que todo esto acabó.
Era mejor caer que estar afuera, escuchando gota a gota su risa que taladra mis sentidos y me hace morir, escuchar el diluvio que me hizo mis últimos minutos de vida un infierno. Es mejor que estar de pie, arrodillado o acostado en medio de una oscuridad que no acaba. Una oscuridad llamada vida.
Aún la lluvia cae y el bullicio lo escucho a lo lejos y la tarde es gris porque esto no es sólo un día.
Este es perenne. Es diario.

miércoles, 18 de abril de 2012

LEJOS DE ESA SOCIEDAD


Cada día es mejor que el anterior.
Vivo rodeado de paz y soledad.
Mi compañero matutino es el sol.
Mi amiga nocturna: la luna.
Los sonidos suaves son conversaciones sin fin.
La brisa suave y fría es gratificante.
El eco de mi voz es el reflejo de mi presencia fuera de mi ser.
Pienso en cómo mejorar mi yo en esta grata soledad.
Prefiero la magnífica esencia del silencio a la corrompida sociedad.
Política, pobreza, maldad: Trinidad sucia de este mundo.
Estar cerca de las personas hace que mi ser se desintegre en sí mismo.
La sabiduría de mi vida es estar lejos de esa sociedad.
Y si esta soledad algún día se corrompe, tendré que abandonarme a mí mismo para poder buscar mi paz.
En algún instante mi soledad se acabará.
Ya me preparo para ahogarme.
Me preparo para extinguirme en mi ser.

miércoles, 11 de abril de 2012

FRENTE AL MAR

La brisa suave y fresca despierta en mí sensaciones de paz.
El sol se oculta lento pero seguro sobre al campo salado del mar.
La arena fina bajo mis pies me transporta a un mundo distinto.
Escucho la llegada apresurada de las olas y su suave retorno al mar.
Respiro profundo y mis pulmones perciben un espectáculo sin igual.
Mi piel se eriza y mis ojos se dilatan al ver la magnitud de ese mundo oculto.
Las gaviotas sobrevuelan la playa dejando una imagen inolvidable en mi mente.
Me pregunto si es correcto estar frente al mar.
Me pregunto si sólo es necesario admirarlo.
Me detengo a ver lo poco que queda del sol somnoliento que se oculta y reflexiono las cosas.
La Tierra no me merece y ella no me simpatiza.
Esperaba el momento justo para responder esa interrogante.
¿Es necesario vagar en la Tierra de los Vivos cuando ya me están esperando en la Comarca de los Muertos?
¿No es mejor dejar de obstaculizar el buen rumbo de la vida con mi ingrata presencia en este lugar?
La respuesta es clara y el mar la conoce.
Su serenidad me conmueve y me llama a que sea como él.
Quiere compañía, quiere estar con alguien y no me niego.
Quiero ser su compañía.
Camino hacia él, esperando habitar eternamente en su magnitud y no volver a esta Tierra de Lamentos.
La sal va formando parte de mi piel.
He muerto en esta Tierra y he nacido en dos mundos: el del silencio y el del mar.

lunes, 2 de abril de 2012

UNA TELA QUE ME ENMUDECE

Abro los ojos y simplemente no veo nada.

Me siento impedido de brazos y piernas ante nudos que imposibilitan mi movimiento.

Mi boca tiene el sabor a una tela que me enmudece.

Ante tal situación, mi corazón empieza a latir cada vez con más fuerza.

Mi respiración es jadeante y se entre corta.

Las gotas de sudor nacen de mi frente, corriendo por mis sienes hasta llegar a mi cuello.

Trato de gritar pero me siento acorralado en un cuerpo sin funciones.

Oigo voces lejanas que murmuran mi futuro.

Pasos secos y silenciosos se acercan hacia mí.

Siento que su presencia no es nada agradable.

Presiento que sus ojos me estudian como ratón de laboratorio.

Me quitan las vendas de los ojos y la luz blanca me hace más ciego.

Veo las sombras que se asoman ante mí.

Trato de identificar a esos personajes oscuros sin ningún resultado.

Hablan en voz baja.

¿Qué traman?

¿Cuál es su plan?

Ahora, menos ciego, puedo ver sus rostros fuertes e inexpresivos.

La maldad se asoma a través de esas ventanas.

Uno desenfunda su arma y observa a su compañero.

Asienten juntos y ahora sé lo que traman.

Mi vida se acaba en medio de la oscuridad y el secuestro.

viernes, 7 de octubre de 2011

CAMINARÉ SIN CESAR (EL CATÓLICO ERRANTE)

Cuenta la leyenda que, en el camino del calvario, Jesús le pidió agua y descanso a Samuel Belibeth, un romano, tres veces y este se negó diciéndole que siguiera andando. Jesús, ante la negativa, condenó a Samuel a caminar eternamente hasta su Resurrección. Este hombre es conocido en el mundo como el judío errante y dicen que algunos lo han visto y que aún vive...

Lo pensé muchas veces y para mí es lo correcto.

Me levanté esa mañana para preparar todo.

Frente al Cristo me persigné.

Es el momento de marchar.

Recorriendo caminos veo mucha gente.

Extraños me miran y me saludan.

Camino y camino para no descansar.

Llevo la responsabilidad de irme.

No quiero mirar hacia atrás.

Nunca negué al Señor pero niego el amor de esa mujer.

Me condeno a mí mismo por siempre para olvidar el ayer.

Recorro kilómetros y cubro mis pensamientos.

Cada paso más allá me aleja del pasado.

Caminaré sin cesar, sin descansar.

Como el judío errante aparezco en cualquier parte.

No tengo noción del tiempo.

He caminado una eternidad.

Sigo la ruta de la luz que cae.

Camino el mundo por siempre para así nunca recordar.

Voy por el mundo como el católico errante.

viernes, 26 de agosto de 2011

LA GUERRA COMENZÓ

Todo cambió de repente.
La luz del sol se fue opacando.
Las nubes se apoderaron del cielo gris.
El viento se extinguió.
Unas voces cuestionan si esto que sucede es algo malo.
Otras afirman que sí.
Los rugidos de plomo se dejan escuchar.
Mil pasos retumban las calles.
Hombres de verde avanzan sin hablar.
Avanzan a una jauría sangrienta.
La gente observa anonadada el espectáculo.
La guerra comenzó.
Las armas se levantan volviendo a rugir.
Todos se esconden esperando lo peor.
Una sinfonía de muertos aparece sin cesar.
Los pájaros de acero aparecen en el cielo, soltando de su vientre la muerte en forma de bombas.
Pasa el terror, la angustia, la desesperación, el llanto, la guerra, la sangre.
Los niños se sientan en el acero retorcido.
Las aves hacen nido en los cascos sangrientos.
Los hombres llenos de ceniza miran sin hablar.
Un mar de sangre seca emerge de nuestro suelo.
Las aves de rapiña aprovechan el festín.
El humo sale de cualquier lugar.
Nadie sabe de qué hablar.
La tierra y las almas gimen en un sonido tormentoso.
La guerra ha acabado y sus consecuencias son palpables.